Vivo paranoias que me follan la cabeza constantemente. Eh, todos te fallan cuando menos lo esperas y menos lo mereces. En ocasiones me apetece dar la vuelta y decirle al Juanma de antes: "No te preocupes hermano, que eres muy grande". Si la ocasión lo requiere, echo huevos y saco pecho, te digo que las hostias han hecho del niño inocente un hombre hecho y derecho. Nunca me abandones, me digo, pues te fuiste después de tocar hecho y sigo jodido, mentiría si dijera que lo he superado, porque no lo he hecho. Me echo de menos aunque no cambien las cosas. Es más, no quiero que cambien, ya me he acostumbrado. He aprendido que la vida no es de color rosa y que jamás volverá a mí ese niño tímido y callado. Tú sé feliz y así harás que también lo sea yo. El mismo chico que se cayó y falló, se pone en pie para recordarse a sí mismo que siempre que murió cual fénix renació.
En la vida imaginé pasar por todo lo pasado, supongo que después de sufrir tanto ya era hora, ¿no? Ya toca salir ahí fuera, dar la vuelta a todo, ya era hora de vivir feliz, haciéndolo a mí modo. Ya era hora de volver, de seguir luchando, de ser fuerte. Ya era hora de hacer frente al azar y a la suerte. Ya era hora de vendarme las heridas e intentar seguir aunque duelan todavía. Y si de errores se aprende, yo soy el puto amo en esto, porque la he cagado tantas veces que no recuerdo todo lo que hice bien, es cierto. Si despierto cada día y me castigo por aquello es porque aún no estoy seguro de que lo digiero. Sólo tengo algo muy claro, y es que pase lo que pase, nadie vale más que aquel chaval que pasaba desapercibido por su timidez en clase. Los dedos de una mano son los que han bastado para afrontar el pasado y superar lo que llegase.